Es bastante misteriosa la vida de Abya Yala antes de que llegaran los conquistadores, nuestro pasado fue borrado y nuestras historias usurpadas, nos conocemos a través de la mirada del colono, que se apropia de nuestros territorios, nos da un nuevo nombre e impone su lengua para contar su visión de nosotros, dejamos de ser Guaraní, Mapuche, Aymara, Charrúa, Diaguita, Qechua, Kolla, Selk’Nam, Rapa Nui, Bunka, Lenca, Guajibo, Chaktow, Apalachee, Cherokee, Hopi, Tarahumara, Sioux, Chippewa, para convertirnos en indios pieles rojas, salvajes por disfrutar de la desnudez y pecadores por contar con dioses y diosas que nos cuidan y protegen, a cambio de fiesta y celebración para recordar constantemente la grandeza de su obra. Cada evento celeste que marca la grandeza del universo se festeja, cada cambio en el ciclo de la vida, cada comienzo, cada término, todo tiene su sentido y su belleza y somos parte responsable para que así permanezca, viva. Costumbres, tradiciones y creencias que lograron esconderse y preservarse en las fiestas del monótono dios que rápidamente revestimos de nuestro color para contar, aunque travestida, nuestra propia historia.
Al igual que la Europa de la época Arturiana y su búsqueda del grial que impuso al dios único por sobre las otras diosas que quedaron escondidas tras las nieblas de Avalon en el mundo de los duendes y las hadas. Final y paradójicamente el cáliz nos legó la espada y ese espíritu santo, que al igual que Zeus, gusta de impregnar vírgenes; bélico, castigador, reprimido, que tal como los emperadores, reyes y papas que lo instalaron, sólo busca imponerse sobre les débiles y apropiarse de sus vidas y bienes para su propio beneficio. Las coronas y papados han perpetrado los peores crímenes contra la humanidad, hasta el día de hoy, en total impunidad. Entonces, ser, permanecer, resistir, persistir, seguir existiendo después de siglos de aniquilamiento, es algo que va más allá de cualquier macro relato histórico político, es mera supervivencia. La resistencia de los pueblos originarios de Abya Yala se ha convertido en una lucha por la vida, por la conservación de la diversidad del ecosistema, la que cobra un nuevo sentido en el contexto de la sexta extinción terrestre que ya se ha declarado en un punto irreversible. El movimiento indígena asume la protección terrestre, sus voces se levantan para mostrarnos los otros mundos posibles que se pueden desarrollar en la colaboración, el respeto y la confianza.
En 1994 se levantaron les zapatistas contra el tratado de libre comercio con USA, habitantes de los pueblos mayas, cansados de la explotación y las falsas promesas, se sublevan; desde ese entonces el movimiento indígena se fortalece y, a través de su lenguaje poético va construyendo una nueva autonomía. Sin embargo, los malos gobiernos prevalecen y hoy, a pocos días de celebrar los 20 años de la marcha del color de la Tierra; que consagró el compromiso de nunca más un mundo sin nosotros, nosotras; y, a pesar del crecimiento del territorio autónomo, las comunidades sufren del asedio constante de grupos paramilitares, que los obligan a un estado de desplazamiento permanente, y así sucede en muchas comunidades del mundo. En el 2016, los pueblos del norte tuvieron una de sus mayores reuniones para protestar contra el oleoducto que pasaría por sus tierras, en ese sentido, la lucha por la vida poco a poco trasciende y gana masa crítica.
Hace pocos días, en el sur, una funcionaria estatal fue emboscada para impedir su paso a una comunidad autónoma, esto en respuesta a la militarización de la zona que pretende transformar el Wallmapu, territorio mapuche, en la Macrozona Sur, área de forestales que han depredado cordillera de Nahuelbuta, impactando negativamente en el desarrollo de los pueblos. Porque, a pesar de lo mucho que se intensifica la resistencia, los malos gobiernos reinan y los ataques por parte de los elementos represivos del estado, militares y paramilitares no cesan, todos los días, cada día, comunidades enteras son desplazadas, así también todos los días, cada día cae un luchador, una luchadora. En el 2020 la organización internacional Global Witness publicó su último informe sobre la situación de los defensores del medioambiente a nivel global, constatando el asesinato de 227 activistas ambientales, aunque son más, ya que hay zonas donde es imposible registrar estos casos; asaltos, ajusticiamientos, falsos suicidios, inexplicables accidentes son la amenaza de cada día para les defensores de la tierra, el agua, el aire, la flora y la fauna, la vida misma. Berta Cáceres, Samir Flores, Javiera Rojas, Macarena Valdés, son algunas de nuestras pérdidas, una pequeña muestra de las muchas vidas que han sido apagadas por la militarización, historias que hay que rescatar y contar para vencer la muerte del olvido.
The life of Abya Yala before the conquerors arrived is quite mysterious, our past was erased and our histories usurped, we recognize us through the gaze of the settler, who appropriates our territories, gives us a new name and imposes his language to tell his vision of us, we stop being Guaraní, Mapuche, Tehuelche, Aymara, Charrúa, Diaguita, Qechua, Kolla, Selk’Nam, Rapa Nui, Bunka, Maleku, Lenca, Guajibo, Chaktow, Apalachee, Cherokee, Hopi, Tarahumara , Sioux, Chippewa, to become red-skinned Indians, savages for enjoying nudity and sinners for having gods and goddesses who care for and protect us, in exchange for parties and celebrations to constantly remind us of the greatness of their oeuvre. Each celestial event that marks the greatness of the universe is celebrated, each change in the cycle of life, each beginning, each end, everything has its meaning and beauty and we are a responsible party so that it remains that way, alive. Customs, traditions and beliefs that managed to hide and preserve themselves in the festivities of the monotonous god that we quickly put on our color to tell, although disguised, our own story.
Like the Europe of the Arthurian era and its search for the grail that imposed the only god over the other goddesses that were hidden behind the mists of Avalon in the world of goblins and fairies. Finally and paradoxically, the chalice bequeathed us the sword and that holy spirit, which, like Zeus, likes to impregnate virgins; warlike, punishing, repressed, that just like the emperors, kings and popes who installed it, only seeks to impose itself on the weak and appropriate their lives and property for its own benefit. The crowns and papacies have perpetrated the worst crimes against humanity, to this day, with total impunity. So, to be, to remain, to resist, to persist, to continue to exist after centuries of annihilation, is something that goes beyond any macro historical political story, it is mere survival. The resistance of the native peoples of Abya Yala has become a struggle for life, for the conservation of the diversity of the ecosystem, which takes on a new meaning in the context of the sixth terrestrial extinction that has already been declared at one irreversible point. The indigenous movement assumes land protection, their voices are raised to show us the other possible worlds that can be developed in collaboration, respect and trust.
In 1994 the Zapatistas rose up against the free trade agreement with the USA, dwellers of the Mayan people, tired of exploitation and false promises, rebel; Since then, the indigenous movement has been strengthened and, through its poetic language, has been building a new autonomy. However, bad governments prevail and today, a few days before celebrating the 20th anniversary of the march of the color of the Earth; that consecrated the commitment of never again a world without us; and, despite the growth of the autonomous territory, the communities suffer from the constant siege of paramilitary groups, which force them into a state of permanent displacement, and this is what happens in many communities around the world. In 2016, the peoples of the north had one of their largest meetings to protest against the oil pipeline that would pass through their lands, in this sense, the struggle for life little by little transcends and gains critical mass.
A few days ago, in the south, a state official was ambushed to prevent her from entering an autonomous community, this in response to the militarization of the area that aims to transform the Wallmapu, Mapuche territory, into the Southern Macrozone, an area of forestry that have depredated the Nahuelbuta mountain, negatively impacting the development of the people. Because, despite how much the resistance intensifies, the bad governments reign and the attacks by the repressive elements of the state, military and paramilitaries do not stop, every day, each day, entire communities are displaced, as well as all, every day, each day a fighter falls. In 2020, the international organization Global Witness published its latest report on the situation of environmental defenders globally, confirming the murder of 227 environmental activists, although there are more, since there are areas where it is impossible to record these cases; assaults, executions, false suicides, unexplained accidents are the daily threat to the defenders of the land, water, air, flora and fauna, life itself. Berta Cáceres, Samir Flores, Javiera Rojas, Macarena Valdés, are some of our losses, a small sample of the many lives that have been snuffed out by militarization, stories that must be rescued and told to overcome the death of oblivion.