Jerónimo Savonarola fue un asceta y monje dominico, un fundamentalista de la moral que en 1472 escribió, , De ruina Mundi, y en 1475, De ruina Ecclesiae, donde denuncia la frivolidad, el lujo y la corrupción, tanto de la jerarquía eclesiástica y del papa, como de la aristocracia y las autoridades políticas, despertando la indignación revolucionaria de las masas. ¿Les suena? En 1491, se le entregó la titularidad de la iglesia de San Marcos en Florencia, desde cuyo púlpito, la virulencia de su exaltada prédica, tuvo tal resonancia que, en 1494, aprovechando la invasión de uno de los tantos reyes Carlos de Francia, los Medicis, que gobernaban Florencia, fueron derrocados y expulsados. Savarola surge como líder de la ciudad y comienza entonces a gobernar la República Democrática de Florencia, de carácter fuertemente religioso y teocrático.
En el poder, Savonarola levanta una nueva constitución: declara a Cristo como el rey de Florencia, crea un Gran Consejo de Estado, reforma los impuestos, prohibe la usura, ordena la administración de justicia y elimina las instituciones que habían sido explotadas por los Médici para mantener su dominio.1Hasta ahí, no parece algo tan descabellado, actualmente incluso podemos identificarnos con tales demandas y reformas. Pero, lamentablemente, Savonarola no es un estadista, sino un fanático y también persiguió ferozmente a los homosexuales, las bebidas alcohólicas, el juego, la ropa indecente y los cosméticos. En este contexto, la mañana del 7 de febrero de 1497, el Mardi Gras o el martes de carnaval, Savonarola y sus adeptos organizaron la tristemente célebre hoguera de las vanidades, que venía a ser un evento purificador en el que la ciudadanía inmoral y pecaminosa quemaría, en una gran hoguera, todos los objetos que les incitasen al pecado.
La vanidad es uno de los siete pecados capitales, así la describe el Eclesiastés: Todo es vanidad. Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén. Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad. ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol? Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece. Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta. El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo. Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo. Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír. ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. ¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido. No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.
Savonarola ordenó a la policía, los tradicionales cómplices del poder, que confiscaran todo lo que incitaba a la vanidad o el pecado como espejos, perfumes, peines, cosméticos, ropa provocativa, vestidos escotados, pantalones apretados, literatura erótica, tableros de juego y un extenso etcétera que incluyó instrumentos musicales, obras maestras del Renacimiento, cuadros mitológicos, libros “inmorales” de poetas profanos como Petrarca y Boccaccio, de antiguos escritores clásicos romanos y griegos invaluables, en resumen, un ataque a todas las disciplinas. Esta violencia se extendió por toda la República de Florencia, en un intento de forzar a la ciudadanía a retomar las “costumbres sencillas”.
A poco andar, la gente puso en entredicho el liderazgo de Savonarola, no es claro si fue la crudeza de su dictadura o la amenaza de la iglesia de poner a Florencia en entredicho, negándoles los sacramentos a sus habitantes, lo que finalmente significó su caída en 1498. Lo encarcelaron, torturaron, acusaron de herejía y, final y paradójicamente, fue quemado en una gran hoguera pública, en aquel mismo año, ya saben, al estilo de la inquisición. Entonces, moraleja de la historia, hasta la moral puede ser vanidosa.
Jerome Savonarola was an ascetic and Dominican monk, a moral fundamentalist who wrote De Ruina Mundi in 1472 and De Ruina Ecclesiae in 1475, where he denounced the frivolity, luxury and corruption of both the ecclesiastical hierarchy and the pope, as well as the aristocracy and the political authorities, arousing the revolutionary indignation of the masses. Does it ring a bell? In 1491, he was given ownership of the church of San Marcos in Florence, from whose pulpit, the virulence of his exalted preaching had such resonance that, in 1494, taking advantage of the invasion of one of the many Kings Charles of France, the Medicis, who ruled Florence, were overthrown and expelled. Savonarola emerges as the leader of the city and then begins to govern the Democratic Republic of Florence, strongly religious and theocratic in nature.
In power, Savonarola raises a new constitution: it declares Christ as the king of Florence, creates a Grand Council of State, reforms taxes, prohibits usury, orders the administration of justice, and eliminates the institutions that had been exploited by the Medici. to maintain their dominance. So far, it doesn’t seem so farfetched, today we can even identify with such demands and reforms. But unfortunately, Savonarola is not a statesman, but a fanatic and he also fiercely persecuted homosexuals, alcoholic beverages, gambling, indecent clothing and cosmetics. In this context, on the morning of February 7, 1497, Mardi Gras or Shrove Tuesday, Savonarola and his followers organized the infamous Bonfire of the Vanities, which came to be a purifying event in which immoral and sinful citizens I would burn, in a great bonfire, all the objects that incite them to sin.
Vanity is one of the seven deadly sins, as described in Ecclesiastes: Vanity of vanities, said the Preacher; vanity of vanities, everything is vanity. What profit has a man from all his work with which he toils under the sun? Generation goes, and generation comes; but the earth always remains. The sun rises, and the sun sets, and rushes back to the place from which he arose. The wind blows towards the south, and surrounds the north; It spins continuously, and the wind returns to its spins. The rivers all go to the sea, and the sea is not full; to the place from where the rivers came, there they return to run again. All things are wearisome more than man can express; the eye is never satisfied with seeing, nor the ear with hearing. What was it? The same as it will be. what do what has been done? The same thing that will be done; and there is nothing new under the sun. Is there anything that can be said: Behold, this is new? It was in the centuries that have preceded us. There is no memory of what preceded, nor will there be memory of what will happen in those who will be after.
Savonarola ordered the police, the traditional accomplices of power, to confiscate everything that incites vanity or sin such as mirrors, perfumes, combs, cosmetics, provocative clothing, low-cut dresses, tight pants, erotic literature, game boards, and an extensive etcetera that included musical instruments, Renaissance masterpieces, mythological paintings, “immoral” books by profane poets such as Petrarch and Boccaccio, by invaluable ancient Roman and Greek classical writers, in short, an attack on all disciplines. This violence spread throughout the Republic of Florence, in an attempt to force the citizenry to return to «simple customs».
A little further on, the people questioned the leadership of Savonarola, it is not clear if it was the harshness of his dictatorship or the threat of the church to put Florence in question, denying the sacraments to its inhabitants, which finally meant his fall in 1498. He was imprisoned, tortured, accused of heresy and, finally and paradoxically, was burned in a great public bonfire, in that same year, you know, inquisition style. So, moral of the story, even morality can be vain.