¿Habrá imaginado Guy Debord cuando publicó La Sociedad del Espectáculo en 1967 el alcance de sus reflexiones en estos nuevos locos años 20? La pérdida de las relaciones personales, usurpadas casi totalmente por la pantalla, la representación llevada al extremo de lo banal, fútil, nimio trivial, frívolo y vulgar. En la antesala de uno de los movimientos más significativos en la evolución social de Europa, en mayo del 68, Debord esboza una de las razones fundamentales de dicha crisis, la enajenación de una sociedad que sólo busca aparentar ser, pero no es nada en realidad; el ser declina en tener y el tener deriva en parecer, ya no importa quién eres, sino quien aparentas ser, actualmente ya no ves personas, sino personajes, influencers, youtubers, tiktokeros, políticos, maestros, eruditos, dirigentes, todos en el rol protagónico de un guion que lo único que busca es mostrar el bello narciso que cree ser.
Desde tiempos atávicos que se debate la importancia o predominancia del ser sobre el tener, entendiendo que nuestra esencia intrínseca es ser, es lo imperecedero, el tener no te define, sólo nos refiere a tus circunstancias que, ciertamente modelan tu esencia, a veces hasta corromperla. La sociedad del espectáculo cumple más de 50 años y la verdad es que el paso del tiempo ha agudizado sus características hasta llegar a la sociedad líquida, definida por Zygmut Bauman, en la que las rígidas estructuras que sostenían cierto orden social se flexibilizan de tal forma que todo se relativiza para ingresar al nuevo milenio con otro paradigma. Esta liquidez, esta relativización allana el camino para la era de la posverdad o mentira emotiva, que logra gestarse en el desamparo producido por la pérdida del relato único y la deconstrucción histórica que empieza a mostrar los pies de barros de héroes del presente y del pasado. Se hace entonces necesario justificar lo injustificable a través de discursos superfluos, sentimentalistas e intrínsecamente falsos.
Es así como nos encontramos con hechos impensados, como que el parlamento de Canadá le rinda homenaje a un nazi, así, sin querer queriendo, y aunque se disculpen, el evento hiere profundamente la memoria. Porque en este sur global que también es América somos sobrevivientes de múltiples genocidios, desde Europa se han ejecutado los peores crímenes contra pueblos, lenguas, culturas, todos perpetrados por las coronas e iglesias del rancio continente. Es evidente que la fiebre del oro que poseyó a Colón ha logrado subsistir en las nuevas generaciones de saqueadores, porque detrás de todo genocidio, de toda guerra, sólo hay un afán de apropiación de territorios, riquezas, personas. Por eso es que estos actos aparentemente triviales, nos llenan de alarma y de dudas frente a las lecciones aprendidas después de cada masacre: no mentirás, no robarás, no matarás.
En Chile, donde el sur también existe, a los 50 años de la más sangrienta dictadura; lo que es mucho decir de un continente en el que los más sangrientos tiranos han encontrado cabida, no olvidemos a Somoza, Strossner, Batista, Trujillo, Duvalier, Videla, en el cono sur incluso organizaron un plan de exterminio, el fatídico “Plan Cóndor” que con el apoyo de EEUU eliminó a cientos de personas en todo el continente, destacando el atentado en el centro del poder imperial, Washington DC, donde con un auto bomba asesinaron al diplomático chileno Orlando Letelier; hay quienes aún quieren justificar el golpe de estado y alabar la figura de Pinochet, un vulgar ladrón y traficante de armas, que bajo el seudónimo de Daniel López se robó más de la mitad del país con la complicidad de miles de agentes militares, civiles, eclesiásticos, burócratas, gente que solo seguía órdenes y fanáticos anticomunistas. A pesar de las múltiples evidencias de boicot, manipulación informativa y conspiración para derrocar un gobierno antes siquiera de haber asumido, que nos entrega la desclasificación de documentos de la CIA, aún hay gente que insiste en distorsionar la historia para validarse y evadir su responsabilidad en la matanza.
Hanna Arendt escribió en 1961, Eichmann en Jerusalén. Un estudio acerca de la banalidad del mal, en el que aborda cuestiones ético-jurídicas universales, a propósito del juicio que se llevó a cabo ese mismo año en la Ciudad de Jerusalén contra el ex Teniente Coronel de las S.S., Adolf Eichmann. En este estudio, la filósofa reflexiona sobre las motivaciones y resultados del juicio, ¿se juzga al nazismo o a las personas nazis, es válido que el estado imponga pena de muerte a los culpables, puede repetirse el holocausto? En torno a estas y otras interrogantes se desenvuelve el texto para mostrarnos cómo hay una maquinaria institucional cuya indiferencia, servilismo y amedrentamiento gestiona un respaldo, incluso legal, para el genocidio, porque el exterminio judío no habría sido posible sin la participación de los mismos judíos, se monta un estado criminal en el que es delito desobedecer ordenes, debes seguir el mandato del exterminio. Esto sumado al poderoso efecto del ejercicio burocrático del poder estatal, que convierte lo más aberrante en algo rutinario y desapasionado, algo banal; agredir, amedrentar, torturar, violar, asesinar, así como en el sicariato, se convierte en un trabajo más de 9 a 5. De esta forma, y tal como lo predijo Hanna, se han producido varios holocaustos más, el vietnamita, el africano, el palestino, el latinoamericano.
La burocracia todo lo banaliza, tal cual hoy lo hacen las pantallas, los medios de comunicación, el cine comercial, las redes sociales, incluso el sistema educacional que se ha perdido en un mar de información de dos centímetros de profundidad. Es así como todo se trivializa, hace años, subir al Everest era una hazaña de pocos, hoy, gracias a las empresas turísticas hay colas de hasta tres horas para lograr ciertos hitos, un sherpa muere en la aglomeración y la gente en vez de prestar ayuda, graba su logro, es tal la inexperiencia de estos turistas que este año se registra un récord de muertes en el ascenso. Así también ha sucedido con la lucha por los derechos sexuales y reproductivos, eje esencial de la liberación de las mujeres y pilar del cuestionamiento de la heteronormatividad, que hoy, gracias a las redes y sus “influencers”, se ha convertido en una “lucha” ridícula por el derecho de identificarse como gato o de apropiarse de narrativas que no le son propias, siendo lo más bizarro que personas blancas quieran ser reconocidas como negras o que hombres funcionales (sin disforia de género) quieran ser reconocidos como mujeres. También sucede con el veganismo que surge como una propuesta de repudio a la industria alimentaria, el antropocentrismo y la explotación animal, que hoy se ha visto reducido a la producción industrial de imitaciones carneas, hamburguesas, salchichas y hasta carne vegana… es totalmente grotesco, pero así se van desarticulando los movimientos anti sistémicos y se distorsionan años de luchas sociales. Banalidad de banalidades, vade retro…
Could Guy Debord have imagined when he published The Society of the Spectacle in 1967 the scope of his reflections in these new Roaring 20s? The loss of personal relationships, almost totally usurped by the screen, the representation taken to the extreme of the banal, futile, trivial, frivolous and vulgar. In the prelude to one of the most significant movements in the social evolution of Europe, in May 1968, Debord outlines one of the fundamental reasons for this crisis, the alienation of a society that only seeks to pretend to be, but is nothing in reality. ; being declines into having and having derives in appearing, it no longer matters who you are, but who you appear to be, currently you no longer see people, but characters, influencers, youtubers, tiktokers, politicians, teachers, scholars, leaders, all playing the protagonist role in a script that only seeks to show the beautiful daffodil it believes itself to be.
Since atavistic times the importance or predominance of being over having has been debated, understanding that our intrinsic essence is being, it is the imperishable, having does not define you, it only refers to your circumstances that certainly model your essence, sometimes even corrupt it. The society of the spectacle is more than 50 years old and the truth is that time has sharpened its characteristics until it reaches the liquid society, defined by Zygmut Bauman, in which the rigid structures that supported a certain social order become more flexible. everything is relativized to enter the new millennium with another paradigm. This liquidity, this relativization paves the way for the era of post-truth or emotional lies, which manages to develop in the helplessness produced by the loss of the single story and the historical deconstruction that begins to show the clay feet of heroes of the present and the past. It then becomes necessary to justify the unjustifiable through superfluous, sentimentalist and intrinsically false discourses.
This is how we find ourselves with unthinkable events, such as the Canadian parliament paying tribute to a Nazi, thus, unintentionally, and although they apologize, the event deeply wounds the memory. Because in this global south that is also America we are survivors of multiple genocides, from Europe the worst crimes have been carried out against peoples, languages, cultures, all perpetrated by the crowns and churches of the rancid continent. It is evident that the gold fever that possessed Columbus has managed to survive in the new generations of looters, because behind every genocide, every war, there is only a desire to appropriate territories, wealth, and people. That is why these apparently trivial acts fill us with alarm and doubt in the face of the lessons learned after each massacre: you will not lie, you will not steal, you will not kill.
In Chile, where the south also exists, 50 years after the bloodiest dictatorship; which is saying a lot about a continent in which the most ferocious tyrants have found a place, let us not forget Somoza, Strossner, Batista, Trujillo, Duvalier, Videla, in the southern cone they even organized an extermination plan, the fateful “Plan Cóndor ” which with the support of the US eliminated hundreds of people throughout the continent, highlighting the attack in the center of the imperial power, Washington DC, where the Chilean diplomat Orlando Letelier was murdered with a car bomb; There are those who still want to justify the coup d’état and praise the figure of Pinochet, a vulgar thief and arms trafficker, who under the pseudonym Daniel López stole more than half of the country with the complicity of thousands of military and civilian agents, churchmen, bureaucrats, people who only followed orders and anti-communist fanatics. Despite the multiple evidence of boycott, information manipulation and conspiracy to overthrow a government before it has even taken office, which the declassification of CIA documents gives us, there are still people who insist on distorting history to validate themselves and evade their responsibility in the slaughter.
Hanna Arendt wrote in 1961, Eichmann in Jerusalem. A study about the banality of evil, in which she addresses universal ethical-legal issues, regarding the trial that took place that same year in the City of Jerusalem against the former Lieutenant Colonel of the S.S., Adolf Eichmann. In this study, the philosopher reflects on the motivations and results of the trial, is Nazism or Nazi people being tried, is it valid for the state to impose the death penalty on the guilty, can the Holocaust be repeated? The text develops around these and other questions to show us how there is an institutional machinery whose indifference, servility and intimidation manages support, even legal, for the genocide, because the Jewish extermination would not have been possible without the participation of the Jews themselves , a criminal state is set up in which it is a crime to disobey orders, you must follow the mandate of extermination. This added to the powerful effect of the bureaucratic exercise of state power, which turns the most aberrant into something routine and dispassionate, something banal; attack, intimidate. torturing, raping, murdering, as well as contract killing, becomes just another 9 to 5 job. In this way, and just as Hanna predicted, several more holocausts have occurred, the Vietnamese, the African, the Palestinian, the Latin American one.
Bureaucracy banalises everything, just as screens, the media, commercial cinema, social networks do today, even the educational system that has been lost in a sea of information two centimeters deep. This is how everything becomes trivialized, years ago, climbing Everest was a feat for only a few, today, thanks to tourist companies there are up to three hours lines to achieve certain milestones, a Sherpa dies in the crowds and people instead of lending help, record their achievement, the inexperience of these tourists is such that this year there is a record of deaths on the climb. This has also happened with the fight for sexual and reproductive rights, an essential axis of women’s liberation and a pillar of the questioning of heteronormativity, which today, thanks to networks and their “influencers”, has become a ridiculous “fight” for the right to identify as a cat or to appropriate narratives that are not their own, the most bizarre thing being that white people want to be recognized as black or that functional men (without gender dysphoria) want to be recognized as women. It also happens with veganism that emerges as a proposal to repudiate the food industry, anthropocentrism and animal exploitation, which today has been reduced to the industrial production of imitation meats, hamburgers, sausages and even vegan meat… it is totally grotesque, But this is how anti-systemic movements are dismantled and years of social struggles are distorted. Banality of banalities, vade retro …