Ya lo decían por ahí, la ciencia ficción es el nuevo realismo, los futuros distópicos de antaño se han convertido en nuestra nueva cotidianidad, el viejo / nuevo orden del gran hermano, encarnado en un estado totalitario, vigilante, restrictivo, una Matrix / Dementor que se alimenta de nuestros sueños e ilusiones.
“Quería tan sólo intentar vivir aquello que tendía a brotar espontáneamente de mí ¿Por qué había de serme tan difícil?” se cuestionaba, en 1919, el Demian de Hermann Hesse en uno de los hitos del camino espiritual, que representaba a Abraxas como una divinidad unificadora, reconocedora de lo sagrado y lo profano, una creencia que permitía unir el mundo interior, la luz con la sombra, sin negarlas, pero eso fue antes del desvío al negocio del New Age.
Quizá es esa añeja búsqueda de unidad, esa ansia de completitud, la que facilita el establecimiento de la hegemonía y el totalitarismo, porque ¿cómo ser uno y sentirse parte del todo a la vez? Está difícil, más hoy en tiempos de fluidez y propaganda que promueven el tener sobre el ser, ¿Será que esta distinción tan evidente en castellano es más sutil en otras lenguas? Quizá si en nuestro Canon filosófico se hubiera traducido y adoptado a los vedas por sobre los griegos y alemanes ¿cuáles serían nuestros actuales cuestionamientos?
Ciertamente, los imperios existen porque hay un deseo profundo de las personas de ser parte de algo, de ser aceptado, ser amado, respetado y para conseguir esa aceptación estamos dispuestos a negar nuestra esencia. En el comportamiento animal existe la conciencia de colmena o bandada o jauría, un momento en que cada individuo se funde en una mente común, límbica, instintiva. Estas conductas instintivas son las que nos pueden salvar de la extinción, saber cómo unirse en un actuar conjunto, sin egos ni individualismos para lograr la persistencia de la humanidad.
Sin embargo, ser parte del todo no es suficiente, queremos ser aceptados por ser quienes somos, no por nuestra capacidad de anularnos, un ejemplo bíblico es la historia de la Torre de Babel, que ha sido traducida e interpretada como una maldición, recordemos, luego de que el diluvio casi extinguiera a la humanidad, les sobrevivientes, descendientes de Noé, parte de una misma familia y hablantes de una misma lengua, decidieron construir la torre más alta del mundo, para tocar el cielo. La interpretación que se hace tradicionalmente es que dios vio esta cercanía humana como un desafío a su omnipotencia y destruyó la torre de un rayo y sembró las distintas lenguas para impedir la comunicación y organización entre las gentes.
Pero ¿y si fuera diferente? Porque la historia en su lengua original cuenta que después del diluvio, Yahvé, uno de los tantos habitantes celestes, demandó a la humanidad procrear y llenar la tierra, por eso, al ver que preferían quedarse en un solo lugar y construir una torre, confundió los idiomas para obligarlos a agruparse según sus lenguas y marchar a conquistar nuevas tierras y así cumplir con su mandato. O sea, no es un castigo, sino la llave que abre el mundo y nos pone en el camino de nuestro designio divino.
Las distintas lenguas le dan a nuestro mundo, nuestra experiencia vital, el mejor regalo, el de la diversidad, la comprensión profunda de que incluso las hojas de un mismo árbol son diferentes, que ser parte de un todo no implica negarse a ser uno, que el totalitarismo no apunta a la totalidad, sino a la homologación. Son distinciones que cambian totalmente nuestra experiencia vital, ya lo dice el viejo adagio italiano: traduttore traditore, el traductor es un traidor y en castellano sólo una letra diferencia la traición de la tradición.
Así llegamos a este momento en que el futuro distópico de las guerras permanentes por el petróleo y el agua, junto a la presencia de la inteligencia artificial definiendo nuestros designios cotidianos, con gobiernos que se sustentan en la injusticia y las mentiras que los medios transmiten en las gigantes pantallas urbanas, se hace realidad. Comprendiendo que, obviamente, la estrategia divina para sobrevivir no es salir a poblar, sino todo lo contrario, esta semana ya se estima en 8 mil millones la población mundial, sólo queda preguntarse, ¿de qué lado de la historia estarás?
They already said it out there, science fiction is the new realism, the dystopian futures of yesteryear have become our new daily life, the old / new big brother order, embodied in a totalitarian, vigilant, restrictive state, a Matrix / Dementor that feeds on our dreams and illusions.
«I just wanted to live what tended to sprout spontaneously from me. Why was it so difficult?» In 1919, Hermann Hesse’s Demian ask about, one of the milestones of the spiritual path, which represented Abraxas as a unifying divinity, recognizing the sacred and the profane, a belief that allowed uniting the inner world, light with the shadow, without denying them, but that was before the diversion to the New Age business.
Perhaps it is that ancient search for unity, that yearning for completeness, that facilitates the establishment of hegemony and totalitarianism, because how to be one and feel part of the whole at the same time? It is difficult, especially today in times of fluidity and propaganda that promote having over being, could it be that this distinction, so evident in Spanish, is more subtle in other languages? Perhaps if in our philosophical Canon the Vedas had been translated and adopted over the Greeks and Germans, what would our current questions be?
Certainly, empires exist because there is a deep desire of people to be part of something, to be accepted, to be loved, to be respected, and to achieve that acceptance we are willing to deny our essence. In animal behavior there is the consciousness of the hive, or flock or pack, a moment in which each individual merges into a common, limbic, instinctive mind. These instinctive behaviors are what can save us from extinction, knowing how to unite in joint action, without egos or individualism, to achieve the persistence of humanity.
However, being part of the whole is not enough, we want to be accepted for who we are, not for our ability to cancel ourselves out, a biblical example is the story of the Tower of Babel, which has been translated and interpreted as a curse, remember, After the flood almost extinguished humanity, the survivors, descendants of Noah, part of the same family and speakers of the same language, decided to build the highest tower in the world, to touch the sky. The interpretation that is traditionally made is that God saw this human closeness as a challenge to his omnipotence and destroyed the tower of lightning and sowed the different languages to prevent communication and organization between people.
But what if it were different? Because the story in its original language tells that after the flood, Yahweh, one of the many celestial inhabitants, demanded humanity to procreate and fill the earth, therefore, seeing that they preferred to stay in one place and build a tower, he confused the languages to force them to group according to their languages and go to conquer new lands and thus fulfill his mandate. In other words, it is not a punishment, but the key that opens the world and puts us on the path of our divine design.
The different languages give our world, our vital experience, the best gift, that of diversity, the deep understanding that even the leaves of the same tree are different, that being part of a whole does not imply refusing to be one, that totalitarianism does not aim at totality, but at homologation. They are distinctions that totally change our vital experience, as the old Italian adage says: traduttore traditore, the translator is a traitor and in Spanish only one letter differentiates the treason of tradition (traición/tradición).
Thus we arrived at this moment in which the dystopian future of permanent wars for oil and water, together with the presence of artificial intelligence defining our daily plans, with governments that are based on injustice, exploitation and the lies that the media transmit in the giant urban screens, becomes a reality. Understanding that, obviously, the divine strategy for survivance is not to go out to populate, but quite the opposite, this week the world population is already estimated at 8 billion, the only thing left to ask is, whose side of history will you be on?